Empieza el año. Se ingieren bebidas sin mesura alguna, se duerme uno con lo que se le ponga enfrente (no hay motivo por el cual te debas de controlar) y finalmente, después de 14 horas de estúpida celebración, estas profundamente dormido. Felicidades; has iniciado otro periodo de 365 días de la misma manera en que decidiste iniciarlos durante la pasada década, crudo. Quedan en el olvido las siguientes 96 horas, Es día de Reyes. Empieza, irónicamente, igual que empezó tu año; y ¡O sorpresa! Termino igual.
Pasan las semanas, piensas que finalmente has logrado salir de tu rutina embriagosa, sin recordar que llevas pasando todos y cada uno de tus fines de semana de la misma manera, siendo la única diferencia que no tienes un “motivo especial”.
En algún punto del año es tu aniversario de vida, el momento en que dotaste a este mundo (ya de por si sobrepoblado) con una vida más, con un ser que come y duerme, que bebe, coge, fuma y además insulta, que consume y destruye todo lo que puede. Si… es Tú cumpleaños.
Estas extasiado con dicho suceso, lo cual es completamente comprensible. Para esto ya inicio una carrera contra tiempo en pos de celebrar. Así es, de nuevo tienes ese maravilloso pretexto que te permitirá embriagarte hasta que olvides el mismísimo nombre de tu madre.
Ha llegado el momento de dar comienzo a la celebración. Empiezan a llegar tus invitados. Primer fondo de la noche. Lo que antes era un sexteto de personas se empieza a convertir en un tumulto, para esto ya llevas 4 fondos, 3 “shots” y un cuarteto de cervezas. Estas a pocos segundos de que ambas manecillas apunten al cielo, tus amigos llevan varios minutos fijándose, saben que en cuanto de la media noche es hora de explotar. 3…2…1… ¡¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS!!! Abrazos llueven por doquier, besos son propinados por diestra y siniestra, no sabes de quien fue la última mano que acaricio tu cuerpo; a ti no te importa. Es hora de perder el control.
Despiertas… Estás en cama... No estás solo... No sabes quién es… No está frente a ti ese cuadro horrible que te dieron en tu primera comunión… No es tú cuarto… No es tú cama… No es tú casa... No sabes dónde estás… Que gran cumpleaños.
Ultimo día de diciembre. Has arribado a casa del primo del tío del cuñado de tu amigo. Te ofrecen algo de tomar. Piensas por unos segundos que respuesta has de dar. De pronto lo recuerdas, esto ya es costumbre. No te vas a negar.
Pasan las semanas, piensas que finalmente has logrado salir de tu rutina embriagosa, sin recordar que llevas pasando todos y cada uno de tus fines de semana de la misma manera, siendo la única diferencia que no tienes un “motivo especial”.
En algún punto del año es tu aniversario de vida, el momento en que dotaste a este mundo (ya de por si sobrepoblado) con una vida más, con un ser que come y duerme, que bebe, coge, fuma y además insulta, que consume y destruye todo lo que puede. Si… es Tú cumpleaños.
Estas extasiado con dicho suceso, lo cual es completamente comprensible. Para esto ya inicio una carrera contra tiempo en pos de celebrar. Así es, de nuevo tienes ese maravilloso pretexto que te permitirá embriagarte hasta que olvides el mismísimo nombre de tu madre.
Ha llegado el momento de dar comienzo a la celebración. Empiezan a llegar tus invitados. Primer fondo de la noche. Lo que antes era un sexteto de personas se empieza a convertir en un tumulto, para esto ya llevas 4 fondos, 3 “shots” y un cuarteto de cervezas. Estas a pocos segundos de que ambas manecillas apunten al cielo, tus amigos llevan varios minutos fijándose, saben que en cuanto de la media noche es hora de explotar. 3…2…1… ¡¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS!!! Abrazos llueven por doquier, besos son propinados por diestra y siniestra, no sabes de quien fue la última mano que acaricio tu cuerpo; a ti no te importa. Es hora de perder el control.
Despiertas… Estás en cama... No estás solo... No sabes quién es… No está frente a ti ese cuadro horrible que te dieron en tu primera comunión… No es tú cuarto… No es tú cama… No es tú casa... No sabes dónde estás… Que gran cumpleaños.
Ultimo día de diciembre. Has arribado a casa del primo del tío del cuñado de tu amigo. Te ofrecen algo de tomar. Piensas por unos segundos que respuesta has de dar. De pronto lo recuerdas, esto ya es costumbre. No te vas a negar.